Icaros en el mundo moderno
Un hombre llamado Dédalo y un hijo suyo, Ícaro, llevaban mucho
tiempo en una isla sin poder salir. Pasaban los días mirando al mar que los
separaba de su patria.
Una tarde Dédalo se quedó mirando fijamente al cielo, donde un
águila subía cada vez más alto volando.
Dédalo gritó:
- ¡Ya sé cómo vamos a salir de aquí!
Y se puso a construir unas alas muy grandes con cera y plumas.
Cuando tuvo las alas terminadas, se las ató a
Ícaro a la espalda. Luego Ícaro le colocó a su
padre las suyas.
Antes de partir, Dédalo advirtió a su hijo:
-Ten cuidado, hijo mío, no subas muy alto.
Pensaba que, si se acercaba mucho al Sol,
la cera de las alas se iba a derretir y caería al mar.
Ícaro comenzó a mover las alas con sus
brazos, como hacía su padre, pero pronto se
separó de él... Cuanto más subía, más contento estaba. Hasta que se
olvidó que iba a su patria y del consejo de su padre. ¡Era tan hermoso el
Sol! Podría subir mucho más y verlo de cerca...
Volando junto al mar, Dédalo miraba al cielo. Ya no veía a su hijo. Un
rato después vio a lo lejos, sobre el agua, las alas de cera y plumas.
Hubo una vez una amiga a la que queria mucho y a la que apreciaba mucho que salio a volar. Era su forma de evadirse de los problemas que la agobiaban. Decia que era una manera de despejarse y de no salpicar a los demas. Me dijo que saldria a volar un tiempo, pero que volveria, siempre volveria, pero no lo hizo, aun la espero. Aun te espero Hawky, Lady Hawk. Un abrazo.
Ícaro había caído al mar.
0 comentarios