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Happy 'n' hard

El ciclo de la vida II

El ciclo de la vida II

Cada vez mas frecuentemente me toca ir a funerales de gente conocida, de familiares de gente conocida, de algun amigo,... Hoy he estado en uno. La iglesia estaba de bote en bote, y como he llegado algo tarde, y en estas ocasiones, prefiero pasar lo mas desapercibido posible, me he quedado en la parte de atras.  Conozco a la familia, es conocida en mi localidad, y mientras escuchaba el responso, miraba a la gente, y pasaba por mi cabeza si cuando muera yo, habra la mitad de gente, o quien vendra. Mis pensamientos se han ido difuminando a medida que veia el comportamiento de la gente. Unos habian ido por cumplir, se veia facilmente, miraban el reloj con incesante nerviosismo, otros hablaban como si estuvieran en el banco del parque, sin prestar la menor atencion a lo que ocurria alrededor, otros, pocos, cabizbajos, gimoteaban y sonaban sus narices en pañuelos. Los habia de alto copete, ataviados con elegantes corbatas y trajes, otros que habian salido del trabajo corriendo y se notaba que aun llevaban las vestimentas propias de sus oficios, pero que sentian la obligacion, de asistir aun cuando se sentaran al lado de gente tan peripuesta. En fin,... la diversidad de la gente,... la diversidad de motivaciones de la asistencia,... la diversidad...

Otra cosa que me ha llamado profundamente la atencion es que de toda la familia presente, solo habia dos personas que parecian verdaderamente aflijidas. La esposa del fallecido, y un familiar politico, extrangero, sin vinculos de sangre ni lazos formalmente atados con la familia, el novio de una chica de la familia.  La sensibilidad no conoce fronteras, ni idiomas, ni religiones, ni lazos consanguineos.

Las ultimas palabras del sacerdote han sido para la viuda, y han sido tan amables, confortadoras, profundas y llenas de verdad, que todos sabemos que no llenaran el vacio que queda en su vida, al menos, durante unos minutos, seguro que se ha sentido reconfortada.

Le hablaba en un tono entrañable y le decia que aun sabiendo lo que sentia, pensara que hasta el dia de su fallecimiento, su marido le habia hecho un gran regalo por el que debia darle gracias, y no estar apenada. Le pregunto cuantos años llevaban juntos y ella dijo que 60. Pues bien, le dijo que durante ese tiempo su marido habia estado a su lado, que habian compartido muchas cosas, muchas buenas y muchas malas, buenos tiempos y otros no tan buenos, enfermedades y tristezas, y que juntos las habian afrontado, y que mutuamente se habian hecho costado el uno al otro. Que Dios lo habia llamado a su lado ahora, y que habia cumplido su ciclo entre nosotros, y que ese ciclo lo quiso estar junto a ella. Que se lo agradeciera en sus plegarias, y que cuando el Señor la llamara su marido la estaria esperando alli para estar con ella durante toda la eternidad.

La gente que hablaba siguio hablando, la que miraba el reloj, siguio mirandolo, algunos dejaron de sollozar, otros se fueron, pero para los que escuchamos la parte final, la dirigida a Gregoria, la mayoria quizas, o tal vez no, pero yo si, me senti conmovido y en cierto modo perturbado y reconfortado a la vez. Perturbado, porque quizas jamas yo pueda dar las gracias a la gente que ha compartido su tiempo conmigo mientras podia estar en otra parte, con otra persona o haciendo otra cosa, y reconfortado, porque quizas cuando me llamen a mi, tal vez haya un sacerdote con parecida humanidad que reconforte, o al menos lo intente, como lo intento esta tarde el que oficio la misa, que dirija unas palabras de alivio a los seres que me quieren.

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